8.8.07

Sin esfuerzo

Este es un artículo perezoso. Hecho sin hacer –por picoteo. Es verano. Se anuncia un azote de calor del Sáhara y yo tengo puesto el ventilador. Escucho el último disco de Caetano Veloso, . He perdido el hilo, el de mi vida; pero aún se mantiene cerquita. Me bastaría con hacer un fácil esfuerzo con la mano. La tierra rebosa de felicidad. Por eso solemos caminar unos palmos por encima. Estamos en las etapas montañosas del Tour: por las laderas, centenares de ready-mades –ruedas de Duchamp (sin taburete) tomándose a sí mismas demasiado en serio.

Quería haber escrito sobre Octavio Paz. Sobre la pasión que tuve por él hace veinte años. Entonces solía encontrárseme con los pies en las piscinas –sentado en los bordes mientras leía sus poemas. Era una experiencia erótica. Creo que nunca ha habido un lector mejor de Semillas para un himno: "Entre tus piernas hay un pozo de agua dormida, / bahía donde el mar de noche se aquieta, negro caballo de espuma, / cueva al pie de la montaña que esconde un tesoro, / boca del horno donde se hacen las hostias, / sonrientes labios entreabiertos y atroces, / nupcias de la luz y la sombra, de lo visible y lo invisible / (allí espera la carne su resurrección y el día de la vida perdurable)." Veo ahora que la sección donde está ese poema, "Cuerpo a la vista", se titula El girasol. En el que le dedicó a Luis Cernuda había todo un programa (ético y poético): "Con letra clara el poeta escribe / sus verdades obscuras / Sus palabras / no son un monumento público / ni la Guía del camino recto / Nacieron del silencio / se abren sobre tallos de silencio / las contemplamos en silencio". Octavio Paz decía cosas que no decía nadie. En "La palabra edificante" por ejemplo, también sobre Cernuda, que era "el poeta menos cristiano" de la literatura española. Cernuda, a su vez, le dedicó el poema "Limbo" a Octavio Paz, que termina con aquel verso insuperable: "Mejor la destrucción, el fuego". Ayer en el telediario salió que un tipo había robado un tanque no sé dónde y con él se había dedicado a destruir una fábrica. Hace años se produjo otro suceso en que se aliaron "la destrucción y el amor". Un hombre se subió a una excavadora y avanzó en línea recta hasta la casa en la que vivía su amada, arrasando todo lo que encontró a su paso (vallas, jardines, coches, otras casas). Recuerdo que Savater dijo a propósito que habría que hacer algo así al menos una vez en la vida.

Fue por Savater por quien me aficioné a Octavio Paz. Al principio a éste, antes de haberle prestado atención, lo veía como uno más de los "autores iberoamericanos" que nos soltaban sus monsergas retóricas en 300 millones. Eran todos como variaciones de Pepe Domingo Castaño, que los presentaba. Aquello era como un programa religioso en que siempre estaban predicando la tabarra de la Hispanidad. Engolamiento a lo Joaquín Soler Serrano que, es cierto, los superaba a todos. Un día me interesó algo que Octavio Paz dijo en la radio, sobre las diferencias entre la amistad y el amor; pero no fue suficiente. Hasta que no supe que era amigo de Savater (por una alusión de éste en Sobre vivir), no me decidí a leerlo. Sí, así es como funciono: necesito que el personal me llegue con avales. Empecé por Pasión crítica y la antología de Júcar (¡amarilla, que leí sobre el verde césped del campus de Letras, como prefigurando mi afición brasileñista!). Luego devoré todo lo demás, ensayos y poemas, en una chisporroteante hoguera de admiración. Eso es lo que hubiera querido contar aquí, explicando mis razones; pero de nuevo me canso. En cuanto me aplico para adoptar un tono riguroso, me invade la pereza. El calor centrifuga la profundidad. Aunque no hace calor en mi escritorio: el ventilador emite una incesante brisilla artificial. Caetano Veloso sigue en el equipo de música, aportando su tropicalismo. Yo podría ser un detective de Rubem Fonseca, o mejor el Espinosa de Garcia-Roza, instalado en un cuartucho de Río de Janeiro. Escribo tratando de aclarar el caso. El caso es que el mundo es un resorte criminal (confuso). Y también es que he estado leyendo el Afterpop de Eloy Fernández Porta y me siento "un bulto solemne, de repente antiguo".

Luis Cernuda le dedicó un poemita al cacharro: "Aún queda, brusca delicia, / La que abre tu caricia, / Oh ventilador cautivo". La diferencia con el aire acondicionado es que éste no acaricia. Refresca pero sin tocar: es más socialdemócrata. Muchos suicidios en Suecia se evitarían con ventiladores. Aunque allí no existe el ventilador, porque no hace falta. Puede que los suecos se vengan al Sur no en busca de nuestro sol sino de nuestros (acariciantes) ventiladores. En verdad, dos cosas quedan en el litoral mediterráneo, dos únicas cosas: la luz y la brisa. Todo lo demás es horror. Fealdad, ruido, abyección, corrupción, asesinato. Pero, entre los horripilantes montones de detritus, aún circula la brisa. Y se cuela la luz o cae (a veces aplastando, qué euforia, sin piedad). Hay un tercer elemento, pero hay que asomarse al horizonte: el azul del mar; el azul flotante, ya separado o abstraído del mar. Un azul con frecuencia rayado por el cretino de la moto acuática, pero en permanente proceso de autorrestitución. La nada es azul. Un día el azul nos tragará y seremos felices (o al menos puros). Podría modificarse el último verso del "Limbo" de Cernuda: "Mejor la destrucción, el azul". El azul del cielo. En lo de "ir al cielo" lo sustancial es "ir al azul". Al fin y al cabo, el azul del mar es un azul prestado del cielo. En cuanto al horrendo litoral: sólo la brisa nos absuelve. Y la brisa, la fresca brisa que suscita el ventilador es una absolución doméstica, pequeñita. (Me vale para echar la mañana.)

El aspecto adocenado de Octavio Paz, si se mira bien, era un logro. Llevar una vida literaria de premios, congresos, conferencias y presentaciones es una de las posibles vías purgativas para la iluminación. Él mismo contaba que, cuando le dieron el primer premio importante, dudó si aceptarlo o no. En un lado, pensaría, están los capitostes huecos de la literatura; en el otro, Baudelaire, Rimbaud y los demás rebeldes vivos. Fue a consultarle sus dudas a un santón (se encontraba en la India) y éste le dijo: "Sea humilde, acepte el premio". Hay un momento en que lo ridículo es el aspaviento. Salinger, por ejemplo, dándole el manotazo a la cámara y encerrado en su búnker de uralita. Nietzsche, una vez más, indicó el camino sabio (y socarrón): "Un oficio es algo bueno: lo interponemos entre nosotros y los demás y así tenemos un escondite tranquilo y artero y podemos hacer y decir lo que todo el mundo considera que tiene derecho a aguardar de nosotros. También puede utilizarse de ese modo una fama precoz: suponiendo que, detrás de ella, pueda nuestro yo, sin que se lo oiga, volver a jugar libremente consigo y a reírse de sí mismo". Suponiendo eso último, por supuesto. En el otro extremo: los malditos sin humor, que llevan su malditismo con docilidad de oficinistas (léase la biografía de Haro Ibars al respecto).

Me gustó saber que Octavio Paz era amigo de Cioran: ese fue el aval definitivo, en los comienzos. Según contaba Savater, a Cioran le gustaba el soneto que termina "Y nada queda sino el goce impío / de la razón cayendo en la inefable / y helada intimidad de su vacío". Ahora, repasando la Breve historia del ensayo hispanoamericano de José Miguel Oviedo para ver si me animaba a escribir sesudamente sobre Octavio Paz, doy justo con un Cioran colombiano cuya existencia desconocía: Nicolás Gómez Dávila, que es con quien Oviedo concluye su libro. Este Gómez Dávila, nacido en 1914 como Paz y que no sé si aún vive (el Google lo abriré después), es autor de un único libro: Escolios a un texto implícito, que publicó muy tarde ya en su vida, en 1977. Dice Oviedo: "El título contiene una irónica alusión a ese largo silencio: el libro es el epílogo a una obra que no existe, que se omitió para dar vida sólo a unos fragmentos". Vienen unos cuantos y son, en verdad, cioranescos: "Nuestra última esperanza es la injusticia de Dios"; "Las verdades convergen hacia una sola verdad -pero las rutas han sido cortadas"; "La historia sepulta, sin resolverlos, los problemas que plantea". ¡Hay que conseguir ese libro! Y vaya con los colombianos: tenían a su Bernhard (Fernando Vallejo) y ahora resulta que también a su Cioran. Y el mundo dándole atención al mentecato de Macondo.

Me he pasado ya en unas líneas de la extensión habitual. Al final he despachado este artículo como yo quería, sin esfuerzo (creo que no he gastado ni una sola neurona). Caetano Veloso canta ahora "Homem" ("Hombre"), en que cuenta qué es todo aquello que no envidia de la mujer: ni la maternidad ni la lactancia ni la adiposidad ni la menstruación ni la sagacidad ni la intuición ni la fidelidad ni el disimulo. Sólo tiene envidia de dos cosas: "da longevidade e dos orgasmos múltiplos". "Eu sou homem", apostilla melancólicamente. Yo también.

[Publicado en Kiliedro]

1.8.07

Curso de filosofía para ceporros

Del mito al logos.- La Filosofía nace cuando un tipo dice que a la porra con los dioses y que "el agua es el origen de todas las cosas". Eso está clarísimo, ¿no? El menda, Tales de Mileto, siguió caminando y se cayó en una zanja.

Parménides.- Éste alzó la voz para decir: "¡Eh, quieto ahí!". E inventó la metafísica.

Heráclito.- A éste en cambio no le gustaba nada la quietud y se puso a berrear: "¡Moverse, moverse!". También dijo que nadie se quema dos veces con el mismo fuego, o algo así. Le llamaban El Oscuro, porque solía decir enigmas en plan Pedrito Ruiz.

Sócrates.- Dijo "sólo sé que no sé nada", y me temo que con acierto. Todos coinciden en que era más feo que el Fary chupando limón.

Platón.- Tenía pinta y vozarrón de Constantino Romero. Su filosofía consiste en que vivimos en una caverna y que hay que salir de ella para que nos dé el solecito. Sus herederos son los dependientes de las agencias de viaje.

Aristóteles.- Este tío se creía, al igual que Goethe, una especie de Adriansens que lo sabía todo. En el fondo tenía el cerebro patético del aficionado a los crucigramas.

Epicuro.- Éste sí que se lo montó bien. Su filosofía es muy simple: "Vosotros seguid pensando, que yo voy a tomarme unas aceitunitas".

Filosofía cristiana.- San Agustín, Santo Tomás y toda esa panda lo tenían clarísimo: "Sí, sí, vosotros dadle al coco... pero la Luz la tenemos nosotros porque nos sale de los melifluos y algodonosos cojoncillos". En este sentido, el más coherente fue Duns Escroto.

Descartes.- Este tío se inventó la "duda metódica" y el "pienso, luego existo", que para un filósofo es como ganar el festival de Benidorm. Su fama fue tal que la reina Cristina de Suecia lo invitó a su cama, y por el camino René se resfrió. Se parecía a Clark Gable, pero sin las orejas de soplillo.

Leibniz.- Dijo que todo es una monada y "vivimos en el mejor de los mundos posibles". Enigmática frase que sólo llegaron a comprender los psocialistas cuando llegaron al poder en el 82 y se pusieron a descabezar gambas.

Spinoza.- Hizo una Ética según el orden geométrico. Si la entendí bien, consiste en pensar en triángulos y rectángulos para evitar hacer el mal. A causa de esta revolucionaria filosofía, lo expulsaron de la sinagoga.

Hume.- El primer filósofo con falda, puesto que era escocés (bueno, también lo fue Duns Escroto). Cansado de los racionalistas, dijo: "¡Alto ahí! ¡Los sentidos! ¡Ante todo los sentidos!". Y se puso a comer salchichones hasta engordar tremendamente.

Kant.- Del triste Inmanuel sólo nos ha quedado eso de que, a su paso, la gente ponía los relojes en hora. Lo del fenómeno y el noúmeno y las aporías es muy complicado para vosotros y ni siquiera voy a esbozároslo. Pero sí es muy importante lo del imperativo categórico. Consiste en que debemos actuar siempre como si fuésemos Milikito.

Hegel.- El tío vio a Beethoven y se dijo: "Voy a hacer lo mismo, pero en filosofía". Su tragedia es que luego no vino un Mike Ríos a hacernos digeribles sus empanadas (mentales, por supuesto). A otro colega idealista, sin embargo, sí le dedicaron un hit en los setenta: "Saca el whisky, Schelling".

Marx.- Menudo pillo. Dijo: "Yo digo lo mismo que Hegel, pero dándole la vuelta, y me hago el rey". La operación funcionó y se convirtió en un filósofo tipo Mili Vanilli, que movía la boca pero no cantaba (el que cantaba era Hegel). Años después hizo de Doctor Infierno en la serie Mazinger Z.

Schopenhauer.- Alguien le habló del budismo y éste dijo: "Uy, uy, esto me lo adapto yo y triunfo". Y así fue: exactamente como cuando Ana Belén se puso a cantar en español canciones de Chico Buarque.

Nietzsche.- Con ese bigotón, se equivocó de trabajo: tenía que haberse puesto a cantar rancheras. Con lo del Eterno Retorno tuvo un vislumbre de lo que serían los programas de cotilleos.

Filosofía del siglo XX.- Tras muchos galimatías, llegó el hombre que lo puso todo en claro, enciclopédicamente: Adriansens.

Filosofía del siglo XXI.- Por fortuna Adriansens sigue vivo, con lo que tenemos garantizada la luz por otra temporada.

[Publicado en Nickjournal]