24.12.14

Bajas del 14

Y ahora, para quienes hemos perdido a un ser querido este año, llegan las Fiestas. Para nosotros y para los demás, pero en especial para nosotros. La ausencia adquirirá un espesor de presencia, y desfilarán las Navidades que vivimos con él (hablo de mi padre). Pero del todo triste no se podrá estar, porque delante tendremos a los niños (mis sobrinos). Ellos se llevan la estela del abuelo en su alegría. Y es el mejor homenaje.

No hay que exagerar los duelos. Esos lutos de antes. Es bueno que salte alguna lágrima entre luces, al desgaire de una risa. No en un ambiente oscuro. El propio ser que nos dejó va como desprendiéndose del traje del último año, el de la enfermedad, y regresando a otro anterior, más alegre. Busca quedarse en el recuerdo con una estampa feliz. Para alentar la vida.

He estado muy sensible a las bajas del 2014, que por momentos parecían caer como en la Europa de hace cien años. Todos llevarán en su tumba, o en su biografía, la misma cifra como cierre. Hermanados ellos por un número, y quienen los echan de menos por eso, por su falta. Claudio Abbado, Álex Angulo, Pedro Aparicio, Lauren Bacall, Di Stéfano, Gabica, García Márquez, Adelaida García Morales, Ignacio García-Valiño, James Garner, Juan Gelman, Félix Grande, Charlie Haden, Iyengar, P. D. James, Manu Leguineche, Virna Lisi, Paco de Lucía, Lorin Maazel, Rafael Martínez-Simancas, Ana María Matute, Paul Mazursky, Gerard Mortier, Mike Nichols, Leopoldo María Panero, Pertegaz, Alain Resnais, Jair Rodrigues, Mickey Rooney, Pete Seeger, Mark Strand, Adolfo Suárez, Shirley Temple, Jaume Vallcorba, Eli Wallach, Robin Williams y Johnny Winter, por citar solo a unos cuantos. (También, un gran empresario, un gran banquero, una duquesa y una reina).

Pongo aparte al poeta José Emilio Pacheco, porque quiero despedirme con su mujer (me resisto a llamarla su viuda): dejar sus palabras como regalo. Hace poco encontré esta entrevista que le hicieron en el velatorio y me impresionó. Hay que tomarla como ejemplo. Feliz Navidad.



[Publicado en Zoom News]

9.12.14

El elefante cuatribarrado

Algunos tenemos que ir tomándonos con deportividad nuestro gran error político: el haber hecho nuestra una idea demasiado pulcra del Estado de Derecho. Ya somos un estorbo. Estamos condenados a dar la nota, a molestar, a no estar conformes con nada. Nuestro discurso era modestito: defendíamos sin más complicaciones la legalidad democrática. Pero eso basta para que en esta España imposible pasemos por subversivos. Nuestra defensa del sistema nos ha convertido en piedrecitas que entorpecen el funcionamiento del sistema.

El único beneficio es de carácter intelectual: comprendemos de primera mano por qué la Historia de España ha sido el desastre que ha sido. Al parecer no hay más cera que la que arde, y con estos mimbres etcétera etcétera. ¿Pesimismo? Constatación de lo que tenemos delante de las narices. En teoría todo está abierto. Pero la práctica viene siendo de una cerrazón asfixiante. Incluso un artículo tan animoso como el que destacados miembros de Libres e Iguales han publicado en El País, intentando deshacer la condena, es necesario aquí porque se siente que impera esa condena.

La foto del rey don Felipe VI junto a Artur Mas me dejó mal cuerpo el Día de la Constitución, que fue cuando apareció en El Mundo. Para mí Mas es una especie de Tejero catalanista, en tanto enemigo y agresor –como el golpista– de nuestro Estado democrático; es cierto que no quiere imponernos una dictadura, pero el que cuente con más apoyo para su delirio anticonstitucional lo convierte en un Tejero más grave. Desde esta visión, que el Jefe del Estado aparezca junto a él de un modo tan campechano (¡mal momento para recuperar ese gen!) me parece, como a Arcadi Espada, obsceno. Mucho más que la foto de don Juan Carlos con el elefante de Botsuana, que fue algo no ejemplar pero, en fin de cuentas, extrapolítico. Mi opinión tiene hilo directo con mi estómago. Y la foto me lo ha revuelto. Como si hubiese visto a don Felipe con otro elefante: el elefante cuatribarrado, más parecido al Elefante Blanco del 23-F que al de Botsuana.

Subiendo del estómago a la cabeza, entiendo los beneficios de la cordialidad. Y ahora que estoy con Escohotado, percibo lo de que de civilizatorio tiene el comercio, incluso en esas instancias. Pero es triste. Y deprimente. Los apaños que se hicieron para llegar a la Constitución fueron liberadores, puesto que se dirigían a la libertad y la racionalidad. Los apaños que puedan hacerse con el nacionalismo son siempre en la dirección opuesta. La melancolía que al final queda es que el sustrato de España es esa pulsión por el apaño en sí; o, si no sale, por la ruptura. Y que cuando el apaño ha conseguido algo beneficioso tampoco vale, porque lo que sigue vigente es la pulsión.

[Publicado en Zoom News]

2.12.14

Escohotado en la March (contra Marx)

Ya estamos en diciembre y desde que empezó el curso, en octubre, he querido dedicarle una columna a la Fundación Juan March, nuestra universidad abierta, libre y sin exámenes (ni títulos). Desde 2009 vengo escuchando las conferencias de su formidable archivo online, y me hubiese sacado ya varios doctorados mentales si mi memoria fuese más sólida. Esta resistencia mía a la erudición, sin embargo, tiene la ventaja de que puedo disfrutar varias veces la misma conferencia como si fuese la primera vez. Durante esa hora, al menos, sí estoy sabiendo bastante del tema que toque. Soy un poco como aquel personaje de Borges que se estaba leyendo la Enciclopedia Británica en orden alfabético y una tarde lo sabía todo de los druidas, de los drusos y de Dryden. Pero solo esa tarde.

Hace poco oí por la calle una conversación. Un hombre le decía a otro: "Te lo tienes que tomar con filosofía". No parecían hombres con estudios y me quedé pensando qué se entendía por "filosofía" en esa frase hecha. El equivalente sería perspectiva, distancia: "Te lo tienes que tomar con distancia". La Fundación Juan March, dirigida por Javier Gomá desde 2003, le aporta distancia (y elegancia) a nuestra vida peleona. Viene a ser algo así como la antitelevisión basura. Esta vida peleona, con su arrastre, es la que me ha impedido pararme un momento a hablar de la Fundación. Lo hago ahora, aprovechando que estuvo el jueves Antonio Escohotado, del que ya celebramos aquí el espectáculo de su libertad. Respondió a las preguntas del periodista Alfonso Armada, que cuando salió el segundo tomo de Los enemigos del comercio le hizo en Abc una entrevista espléndida de título no menos espléndido: "La utopía, además de una memez, es una inmoralidad". (La distancia y la elegancia que aporta también Escohotado no están reñidas con el boxeo).

La hora se pasa en un suspiro y con una sensación sostenida de gustazo. La gran defensa que hace Escohotado es la de la complejidad, y junto a ella la de la inteligencia, que es móvil, maleable, fluida y cambia al que la ejercita. Frente a ambas, contra ambas, está el simplismo, el esquematismo, que pretende reducir la realidad a recetas. Escohotado ve en el simplismo uno de los orígenes del marxismo (y del anarquismo), tanto por su incapacidad para concebir lo complejo como por sus divisiones maniqueas en términos de "bueno y malo", etc. Otro de los orígenes del marxismo es la rabia, el resentimiento: "el odio a la plenitud del otro". También el odio a la realidad física, que tiene "un pormenor infinito". Se despacha a gusto, maravillosamente, contra Marx y Engels, a los que llama, siguiendo a Bakunin, "un par de señoritos provincianos que lo que quieren es mandar". Marx, según Escohotado, tenía un ansia de matar mucho más intensa que Lenin y Stalin. Y recuerda algo que seguimos sin tener tan presente como debiéramos: que "la epopeya del comunismo" ha sido aún más criminal que la del nazismo.

La entrevista es jugosa, aunque yo esté ofreciendo frases secas: hay que escucharla. De entre los distintos temas de los que habla (con los mencionados, la plusvalía, la utopía, Podemos, "la casta", Caín, la muerte, Ortega, el dinero, Jesucristo, internet, Victor Hugo y Dickens, la universidad, las drogas...), quiero terminar con el de la vocación, que tiene algo de vigorosa autoayuda y así terminamos arriba. Según Escohotado, "la vocación es lo único que nos salva de la falta de paradero y de la avidez de novedades, es decir, de la banalidad". La vocación debe buscarla uno en sí mismo, y consiste en la elección de algo que ya está en uno pero "nada más que en germen, y tienes que cuidarlo, multiplicarlo, pulirlo y hacerte maestro. Porque lo único útil para el vecino es un maestro, un maestro en lo que fuere". ¿Y cómo se alcanza la maestría? "Con esfuerzo, con mérito, con amor propio".

Yo, por mi parte, voy a ver si retengo esta enseñanza todo el mes, para que me sirva de propósito de año nuevo. Aunque incluso en este crepúsculo del año escuchar a Escohotado tiene algo de auroral. Como los buenos pensadores, nos deja el terreno despejado.

* * *
PD. No puedo dejar de recomendar el primer acto de la Fundación Juan March en este curso, que nos trajo la distancia sanísima de los historiadores: el diálogo entre Santos Juliá y José Álvarez Junco. De ambos hay ciclos que también recomiendo: La formación de la identidad española, de Álvarez Junco; y Los orígenes intelectuales de la democracia en España, de Santos Juliá. Con ambos obtrendremos un poco de erudición sobre lo que somos: conviene saborearlo antes de que se nos olvide.

[Publicado en Zoom News]

26.11.14

Donde Málaga se fuga



Mi problema con Málaga es que, para que me guste, necesito vivir en Madrid. Vivir en Madrid y venir, incluso venir mucho; pero vivir en Madrid. Mi descubrimiento de Málaga se produjo, de hecho, en Madrid. Me fui con diecinueve años a estudiar, un octubre, y al volver en diciembre percibí el contraste, y me gustó. El mar, la luz, la ligereza de la atmósfera; incluso la suavidad de la gente y de las calles, el ritmo más descansado. Esa indolencia que, cuando se viene de una ciudad nerviosa, se percibe como sabiduría, como hedonismo. Pero que cuando se vive aquí es una trampa, un pegamoscas.

Mi ideal es estar en Málaga con el nervio y la electricidad de Madrid. Estar aquí, como máximo, hasta un minuto antes de ser atrapado por la dejadez. No a todos los malagueños les pasa, pero a mí sí. Yo estoy en conflicto. Como ahora, en que las circunstancias (ya largas) me obligan a permanecer aquí, amojamado. En la imposibilidad de salir, mis lugares preferidos son, pues, aquellos en que la propia Málaga se fuga: los paseos marítimos, los miradores. Los sitios que se abren al sol, el azul y la brisa. También internet y los libros (las librerías). La Costa (Torremolinos, Carvajal, Benalmádena) con música brasileña en el coche o los auriculares. El cine. Las terrazas, sobre todo la de los Baños del Carmen. Los museos, sobre todo el CAC.

El CAC es en Málaga, curiosamente, mi vínculo con Madrid (además de la estación de tren y la de autobuses; en avión voy poco). El arquitecto del CAC, el del antiguo Mercado de Mayoristas, Gutiérrez Soto, proyectó también una vivienda de Madrid que para mí fue importante. Entrar en el CAC es entonces como volver a aquella vivienda, ya que de la misma cabeza nacieron los dos espacios. Un juego que practico consciente de que es un juego; sin que por ello deje de ser sentimental.

Otro de mis lugares de peregrinación, para fugarme mentalmente, es el hotel Barracuda, de La Carihuela, donde el escritor Thomas Bernhard pasó unas semanas a finales de 1988, antes de volver a Austria para morir. Algunas tardes voy a mirar el último mar que miró Bernhard, y él, que estuvo peleado con su ciudad, Salzburgo, hace que yo me reconcilie con la mía. Lo que me salva es contemplarla como alguien que viene de fuera: la piel de luz que ve el turista. Sin lo demás.

[Publicado en El Mundo, edición Málaga]

25.11.14

Un gurú de Podemos

Podemos no es hoy el mayor problema que tenemos en España, pero sí es la mayor de las falsas soluciones. Por lo primero, es casi un abuso hablar tanto de Podemos, dejando de hablar de aquellos cuya irresponsabilidad ha sido el factor decisivo de su crecimiento. Por lo segundo, es imprescindible seguir hablando de Podemos, para advertir, para desempeñar el desagradable papel (que no mola nada) de aguafiestas. Los aguafiestas de Francia, donde la mayor de las falsas soluciones es el Frente Nacional de Marine Le Pen, pueden beneficiarse de la fama de progresistas. Los de España, pese a que consideramos Podemos una suerte de lepenismo de otro color, tendremos que cargar una vez más con la fama opuesta. Y aquí estamos.

El supuesto limbo del que surge Podemos no es tal. Están limpios (porque no han tenido ocasión de ensuciarse) en la política española, pero no en la universidad española, que es probablemente el ámbito más putrefacto de la putrefacta realidad española. Berta González de Vega lo ha contado en El Mundo a propósito de Íñigo Errejón. Aquí se lee también sobre el conocido vínculo de los líderes de Podemos con movimientos latinoamericanos como el chavismo. Los que se presentan como la solución para España, los que se venden como "sin pasado", ya tienen en su pasado el haber contribuido a la ruina (económica y moral) de otros países. Mi amiga Ana Nuño, hispanovenezolana, está asistiendo a la eclosión de Podemos con temor estereoscópico.

En la memorable entrevista de Ana Pastor en La Sexta, Pablo Iglesias eludió pronunciarse sobre la corrupción en Venezuela (m. 37). Y en El País hemos leído sobre Ricardo Forster, uno de los intelectuales orgánicos del kirchnerismo, o sea, de la corrupción actual en Argentina. Este hombre es "una de las voces en Sudamérica a quienes los dirigentes [...] de Podemos escuchan con mayor atención". Los pecados del gurú no se traducen automáticamente en pecados de sus adeptos; pero su elección ya es muy mal síntoma, y si se le tiene de guía es de presumir que en el camino se caiga en los mismos errores.

El cargo de Forster, inventado por el gobierno de Cristina Kirchner y aceptado por él, es inquietante: Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional. Los lanatistas nos enteramos por la parodia que se hizo en Periodismo Para Todos, que presentaba a Forster (o Bolster) como comisario político esperpéntico.

En cuanto a la corrupción, que es uno de los asuntos por los que aquí se va a votar a Podemos, la respuesta de Forster no puede ser más tibia: la tibieza propia de la casta (de allá). Como muestra, una entrevista radiofónica del día de su nombramiento. El tono es sereno, civilizado; sus reflexiones tienen interés, y pueden ser compartidas en sus generalidades. Pero en ellas van los posicionamientos del sectario, su utilización estratégica (partidista) del razonar. Habla del "proyecto de transformación que inició Néstor" (m. 3:45); y justo después reprueba a uno de los posibles sucesores de Kirchner llamándolo, con fórmula untuosa, uno de "esos aliados que se van desplegando a lo largo del tiempo y que en algún momento se muestran como incompatibles, o que no aceptan que el proyecto o el liderazgo marque el rumbo". Y defiende, o consiente, a individuos que en España solo podrían competir con Gil y Gil: el entonces vicepresidente Amado Boudou (m. 4:36); el gobernador de Formosa, Gildo Insfrán (m. 6:00; véase sobre este personaje el reportaje de PPT, desde el m. 25:20); o Lázaro Báez, sobre cuyo dinero dijo Forster "qué carajo sé yo" cuando le preguntaron a propósito de la denuncia que hizo Jorge Lanata (ms. 7:40 y 8:57).

Forster, naturalmente, sí arremete contra Lanata. Critica que reduzca lo político a "lo cloacal" y a la "lógica de la corrupción", por el daño que supone "no solo para el kirchnerismo", sino para la democracia (ms. 9:09 y 11:10). O sea, la de Forster es la típica crítica desde el poder hacia el que lo denuncia; le preocupa no tanto la corrupción como el que esta se vea en el escaparate. Teme que poner énfasis en ella produzca un "vaciamiento" de la política, y que ese vacío vengan a ocuparlo quienes se presentan como "los grandes virtuosos de la patria" (m. 13:10). ¡Cielos, como entre nosotros sus pupilos!

[Publicado en Zoom News]

18.11.14

Cría cuervos

El líder político de moda, Pablo Iglesias, será otro Cuervo ingenuo. Eso en el mejor de los casos. En el peor, se embalsamará en su ideología y nos terminará de hundir, dejando pasmados a los angelitos del "no podemos estar peor". Por lo primero, cantar junto a Javier Krahe "Cuervo ingenuo" ha sido indudablemente arrimarse al toro. A Iglesias no se le puede negar la valentía. Ni el maquiavelismo: su motor está en enlazar con la izquierda presuntamente incorrupta; considerando que la gran corrupción de la izquierda, su gran traición, fue el referéndum de la OTAN de 1986, en que el PSOE en el gobierno pidió el . Krahe compuso la canción para afearle a Felipe González la conducta.

Recuerdo aquellos tiempos, que fueron los de mi primer año en Madrid. Me pillaron en el lugar preciso: el colegio mayor San Juan Evangelista, el Johnny, donde Krahe estrenó su canción. Yo simpatizaba vagamente con el no, aunque no pensaba votar. Me interesaba la política, pero de un modo más bien intelectual; en la práctica era abstencionista, a medias por pereza y a medias por esteticismo. Defendía el Estado de Derecho, pero sentía por los partidos un desprecio entre ácrata y aristocratizante. También, a mi manera, pretendía sentirme puro.

De aquella campaña pesada, agria, turbulenta, recuerdo una hora apacible. Yo me había aficionado a escuchar Radio El País por las tardes, y una de ellas debatieron Fernando Savater y Juan Benet. El primero defendía el no y el segundo el . Y yo me daba cuenta de que estaba de acuerdo con ambos: de que lo que cada uno decía era razonable, y que lo que a mí me gustaba era justo ese estilo, el razonamiento. Porque fue un diálogo tranquilo, sin bronca. Desde la amistad. En el que incluso se percibía que tanto el uno como el otro podrían haberse deslizado hacia la posición contraria.

Las arengas de los que estaban en campaña fueron otra cosa. Me acuerdo, por ejemplo, de un mitin del entonces presidente de la Junta de Andalucía, Rodríguez de la Borbolla, exigiendo el sí como un señorito a sus jornaleros. La presión de todo el aparato del poder socialista fue tremenda. En la televisión pública (la única que había) se censuró "Cuervo ingenuo".

Pero en la otra parte también se cargaban las tintas. Al final de aquel concierto del Johnny en que Krahe estrenó la canción lo vi claro. Meses después, pasado el referéndum, Krahe daría allí otro en solitario; pero al que me refiero fue uno colectivo previo, organizado para pedir el no (en uno de los dos, no recuerdo en cuál, apareció Sabina para acompañarle en "Cuervo ingenuo"). Fueron interviniendo distintos cantautores, que además de cantar hacían sus proclamas. Se creó un ambiente entre festivo y agresivo: festivo dentro de aquella cápsula; agresivo hacia el exterior. La autosatisfacción era indudable. Al término, caliente con el clímax, uno de los cantautores (no recuerdo quién, me viene que era andaluz) agarró el micrófono y dijo: "¡El que vote sí es un hijoputa!".

Con el tiempo, he admirado el valor de Felipe González. Su jugada fue sucia, la presión abusiva, y el cantinfleo verbal con el "OTAN, de entrada NO" irritante. Pero actuó como un estadista: jugándosela en favor de lo que parecía más razonable para el país (con el apoyo, por una vez, de una nómina de intelectuales que hoy se nos hace rara). Y no he podido sino despreciar, con el tiempo, la autocomplacencia moral de quienes defienden una pureza política que hubiese resultado perjudicial y de la que al parecer no están excluidos los tiranos como Fidel Castro o Hugo Chávez ni nuestros reaccionarios nacionalistas.

La realidad es compleja, y la política, como nos ha recordado Rafael Latorre, consiste en "asumir contradicciones y transacciones morales". Con los años veremos si, en esa actuación conjunta de la sala Galileo, Krahe estaba criando a otro Cuervo contra el que cantar en el futuro, o a un compañero de viaje para siempre: uno de esos fantoches de la pureza tan del gusto de los cantautores, y de la afición en general.

[Publicado en Zoom News]

11.11.14

La corrupción mayor

Estamos donde hemos estado siempre, más o menos: en la incapacidad para comprender lo que es el Estado. En buena parte por culpa de quienes gestionan el Estado: incapaces como nosotros, gusanos de la misma poza; que están donde no saben. Pero donde no hay Estado –como dijo alguien (¿Escohotado?)– lo que hay es mafia. El lobo de Hobbes, nuestro animal recurrente. (En Brasil, de las favelas dominadas por los narcotraficantes se dice que son "zonas a las que no ha llegado el Estado").

El amigo Caballero lo ha señalado a propósito de esta última moda en que han participado Jordi Savall y Colita: "Los autores que rechazan premios nacionales sólo demuestran no entender la diferencia entre Gobierno y Estado". Mentalmente, mira qué cosas, siguen en la época de los "cesantes" de Galdós, o en el franquismo. Como casi todos nosotros. (Y me vengo poniendo por cortesía, porque yo, naturalmente, no estoy ahí; como no lo está Caballero: nuestras amarguras nos cuesta –amarguras espolvoreadas de regocijo, tampoco lo vamos a negar).

Tener el olfato demasiado aguzado para estas cuestiones condena a un notable pesimismo, que hay que llevar con alegría para no hundirse. Se percibe la corrupción casi al nivel de un budista, de un padre de la Iglesia o de un Cioran: todos están podridos; también quienes van de supuestos limpios y salvadores.

Se ve nítidamente el hilo que une (con diferentes grados de gravedad) a Savall y Colita, los políticos que roban o enchufan, los electores que los votan sabiendo que son corruptos, los que malversan fondos públicos, los gobernantes que atacan a los tribunales que los condenan o no cumplen lo que estos dictan, los presidentes autonómicos que llevan acabo pseudoconsultas inconstitucionales y los presidentes del gobierno que hacen dejación de su deber; también quienes mandan cercar parlamentos y desprecian la única democracia larga que hemos tenido llamándola "el régimen del 78", que ha de ser revocado bolivarianamente.

La corrupción mayor es este remitirse a todo tipo de "voluntades" (al término de todas las cuales está, como un tótem, El triunfo de la Voluntad hitleriano) por encima de la instancia racionalizadora y común, que es la ley, el Estado. La corrupción mayor es este impresentable y generalizado cachondeo.

[Publicado en Zoom News]

4.11.14

La indignación de Bosé

La imagen de Javier Marías comiéndose un filete empanado. Me la indica Álvaro Quintana en el artículo de Pérez-Reverte, como esas puñaladas mortales (o a lo mejor solo es broma) que se dan entre sí los escritores amigos. Nuestro autor más prestigioso alimentándose de escalope. A mí también me gusta el escalope, pero mi prestigio es nulo. La estampa sobrevuela ya toda la prensa del domingo, como en A la sombra de las muchachas rojas, de Umbral, odiador de Marías pero que nunca dijo nada tan cruel contra él, sobrevolaba Madrid el coche de Carrero Blanco.

Es un paisaje de devastación que a mí, mientras Marías se come su filete, me deja extrañamente el ánimo calmado. Depende de la mañana, sin duda. Por la tarde quizá esté otra vez hasta las narices. Hay que irse administrando. No se puede ser indignado sin interrupción. Prolifera la discordia. Guerra entre El País y Libertad Digital. Guerra entre el exdirector y el director de El Mundo. Guerra (sin tanques) entre antinacionalistas y nacionalistas. Guerra contra la corrupción; o la guerra de la corrupción. Todos golpearon el árbol y Podemos recoge las nueces.

Bajo el filete empanado de Javier Marías, la empanada de las encuestas: votará masivamente a Podemos el mismo electorado que durante décadas ha seguido votando, sin castigo, a los corruptos; el mismo del prime time televisivo, que prima la basura. Hay españoles que lo saben todo de Pablo Iglesias y de Alberto Isla. El programa La Tuerka es el Gran Hermano ideológico: ideas encerradas en una pecera. La del PCE realmente existente. Contra Izquierda Unida, y contra el PCE.

Dije que Podemos huele a viejo, pero no por ello los demás huelen a nuevo. En los demás se ha hecho más visible que nunca su momificación. La ventaja de Podemos no es en términos de novedad, sino en términos de vitalidad. Rajoy, Soraya, Cospedal, Pedro Sánchez, Susana Díaz, Cayo Lara son, como escribió Ricardo Reis, "bultos solemnes, de repente antiguos". Y también "cadáveres aplazados". Tenían el sistema y lo tenían fácil. Pero arruinaron el negocio por avaricia. Mataron la gallina de los huevos de oro. Ahora el rey del corral es un espantapájaros.

Y entonces el filete empanado de Javier Marías sobrevuela la reaparición de Miguel Bosé, empanado en maquillaje. Entrevistas en El País y en El Mundo. Está indignado, ("cabreado, como cualquiera"): "De pronto te encuentras con una España que nunca imaginaste. En un año y medio se privatiza todo, y unos que se llaman patriotas desahucian a sus compatriotas. Es un crimen". En parte tiene razón, pero en parte tiene también la culpa (parte de la culpa): apoyó al presidente que negó la crisis, en contra de los que la afirmaban; al presidente que ha contribuido como casi ninguno a la ruina del país, económica e institucional. Equivocarse tiene excusa; hacer como que no ha pasado nada, e insistir, no. Bosé se pone ahora la indignación como antes se puso la ceja o se ponía la falda. Siempre lo mismo: la autoindulgencia, lo que vende. Y eso también es corrupción.

[Publicado en Zoom News]

30.10.14

Historia mínima de un siglo corto

He tenido la suerte (¡el privilegio!) de traducir un libro para la colección Historias mínimas de la editorial Turner, que ya tiene varias obras maestras en su aún breve catálogo: la Historia mínima de España, de Juan Pablo Fusi; la Historia mínima del País Vasco, de Jon Juaristi; y la Historia mínima de la literatura española, de José-Carlos Mainer. Son como meterse en un cofre de tiempo comprimido: mucho tiempo en poco espacio. Los autores logran atinadas síntesis, y a la vez consiguen abrirse algo de sitio para ensayar. En el libro en cuestión, la Historia mínima del siglo XX, de John Lukacs, estas cualidades se dan acentuadas.

John Lukacs, estadounidense de origen húngaro (nació en Budapest en 1924), sin parentesto –que yo sepa– con el filósofo marxista Georg Lukács (al que una hermana de nuestra Magdalena Álvarez citó en un congreso de filosofía como "George Lucas"), comparte con Hobsbawm la idea de que el siglo XX fue un siglo corto, que empezó en 1914 y terminó en 1989. Incluso se plantea si no fue más corto aún y terminó realmente en 1945. Para Lukacs los dos acontecimientos definitorios del siglo XX son las dos guerras mundiales, y la guerra fría (de 1945 a 1989) no sería más que un epílogo.

Su mirada de larga perspectiva percibe que nos encontramos en el final de la edad moderna. Una de las cualidades de esta edad es precisamente la conciencia histórica. El título de su admirado Huizinga, El otoño de la Edad Media, no hubiera sido entendido por los medievales; en cambio los modernos sí tenemos conciencia de este "otoño de la Edad Moderna". Para Lukacs, la Edad Moderna es sinónimo de Edad Europea. Y una de las características del corto siglo XX es que las dos guerras mundiales, cuyo escenario principal fue Europa, se resolvieron con la intervención de Estados Unidos: demostración de que el siglo marcaba, en la práctica, el final de la Edad Europea. La edad que vendrá después de este siglo de transición, ni Lukacs ni nadie puede saberlo aún.

El libro da para mucho en sus 267 páginas, y no puedo ocuparme aquí de sus originales consideraciones sobre la Unión Soviética, China o el llamado "Tercer Mundo", por ejemplo. Pero sí debo señalar que durante las semanas que pasé traduciéndolo y revisándolo, la actualidad española ofrecía sus propias ilustraciones preocupantes; por medio, naturalmente, del nacionalismo. Anteayer dijo Arcadi Espada en Málaga, en un acto organizado por el Círculo Mercantil en el que intervinieron también Cayetana Álvarez de Toledo y Teodoro León Gross (se trataba de explicar en qué consiste la plataforma Libres e Iguales): "La Unión Europea se ha construido sobre ochenta millones de cadáveres, la mayoría de los cuales, por no decir todos, se han debido al nacionalismo".

Lukacs establece una interesante distinción entre el patriotismo y el nacionalismo, a partir de la sintomática frase de Adolf Hitler con que titula el capítulo que le está dedicado: "Yo era nacionalista, pero no patriota". Escribe Lukacs: "El nacionalismo podía ser (como de hecho era habitualmente) agresivo y, al menos en potencia, revolucionario; el patriotismo, en cambio, era defensivo, anticuado y tradicionalista". Y termino con la frase definitiva, con nuestros nacionalistas catalanes y vascos en la cabeza (¡qué le vamos a hacer!), como podrían estar los franquistas: "Cuando el nacionalismo sustituyó a las versiones antiguas del patriotismo (todo patriota tiene algo de nacionalista, pero pocos nacionalistas son verdaderos patriotas), se buscó enemigos entre los conciudadanos".

[Publicado en Zoom News]

28.10.14

Desayuno continental de corrupción

Esta semana Zoom News cumple dos años, y también esta sección mía de A ver qué pasa. Decía Borges que el periodismo se funda en la superstición de que cada día pasa algo nuevo. Y el columnista a veces se pone a mirar qué ha pasado, para escribir sobre ello, y no encuentra nada. Lo peor es que tiene que escribir de todas formas. El gran Iñaki Uriarte, que escribe solo cuando quiere, y poco, nos ve con piedad a los que estamos en este brete de escribir sobre lo que nos echen, y más cuando no nos echan nada. (Por cierto, que sí hay una noticia uriartista: en primavera saldrá el tercer y último tomo de sus Diarios, en Pepitas de Calabaza, como los anteriores).

Hoy (por ayer, como se decía antes) me he levantado en esa situación de no saber de qué escribir. Pero ha sido abrir internet y encontrarme con que la actualidad me tenía en la bandeja un auténtico desayuno continental: redada anticorrupción con cincuenta detenidos. Entre ellos dos figuras importantes del PP: el presidente de la Diputación de León (poco a poco se va despejando aquello que tanto intrigaba al padre de Joaquín Sabina en su lecho de muerte: "¿para qué sirven las diputaciones?") y Francisco Granados, ex número dos de Esperanza Aguirre en la Comunidad de Madrid y tertuliano. Esto de que la policía haya empezado a entrar en las tertulias sí me ha parecido esperanzador.

Lo novedoso esta vez ha sido la abundancia de golpe, porque el producto ya lo conocemos de sobra, hasta el extremo de que nos tiene saturados. Yo me he pasado estos dos últimos años viendo el estupendo programa de Jorge Lanata en la televisión argentina, Periodismo Para Todos, y repitiendo aquí, con humor amargo: "Me refugio de los problemas de España en los de Argentina". Pero cada vez se parecen más ambos países. Ahora, de hecho, la diferencia más notable que veo es en favor de Argentina: en España no tenemos un Jorge Lanata. (En cuanto a la ilusión con los incorruptibles de Podemos: me limito a señalar que uno de sus modelos es justamente esa Argentina corrupta...).

Al final queda la denuncia, y el convencimiento de que el mal es la currupción y no denunciarla. Que si existe debe ser castigada. Y que ocultarla, como dice Savater, es de entre todas las opciones la más desmoralizadora. Para rearmarnos moralmente, aunque nos coma la moral, debemos concluir que no hemos vivido por encima de nuestras posibilidades: por encima de nuestras posibilidades les hemos estado pagando la vidorra a un montonazo de vivos. Algo colectivamente grandioso, después de todo: como levantar pirámides.

[Publicado en Zoom News]

21.10.14

Podemos huele a viejo

Cuando lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer (así la crisis, según Gramsci), puede colarse como lo más nuevo aquello que, en realidad, es más viejo que lo viejo. Así Podemos. Crisis, sí, es oportunidad: sobre todo para los vendedores de cuentos de hadas. Cuando la generación mejor preparada de la historia se prepare de verdad aunque sea medianamente (quizá llegue el día) aprenderá qué viejo es lo que ve como nuevo. Aunque para entonces el cuento de hadas, si se ha cumplido, se habrá transformado en cuento de terror; de ruina y de terror.

Da melancolía comprobar que la Historia es un almacén de errores de los que no se aprende. Solo cuando están calientes en la piel, como tras la guerra y el franquismo, la gente se comporta con la sensatez de un perro apaleado. La Transición, cada vez estoy más convencido, fue una simple consecuencia fisiológica del sufrimiento. La memoria carnal del dolor tiró de los delirios hacia abajo, para que no volvieran a liarla. Y asombrosamente salió bien. La novedad absoluta, en nuestra historia, han sido estos casi cuarenta años seguidos de democracia. Ese consenso de 1978 que los de Podemos, tan viejos, consideran la peste.

Las cosas van mal, pero no estoy dispuesto a aceptar el chantaje de que, para acabar con lo malo, tengamos que entregarnos a lo peor. La rabia contra el PP y el PSOE –por inútiles, por impresentables, por ser los auténticos culpables (¡irresponsables!) del desprestigio del sistema; y de su derrumbe, si se produce– ha de quedarse cortocircuitada en la idea fija de que el único camino es el Estado de derecho, democrático y occidental. Y si se hunde nos hundiremos con sus cascotes. Sin haber soñado ni un segundo en caudillismos de carácter latinoamericano como el que pretende encarnar Pablo Iglesias, el supuesto anticasta nacido de la más abyecta y repulsiva de nuestras castas: la universitaria. Y que propugna "asaltar el cielo" como los profetas del año de la pera.

(La aceleración se debe a que he combinado este finde la Asamblea de Podemos con la lectura del nuevo libro de Thomas Bernhard, En busca de la verdad. En él se recoge el discurso de la obra de teatro Con la claridad aumenta el frío, contra los cuentos de hadas. Aunque no solo el frío: aumentan también los calentones).

[Publicado en Zoom News]

9.10.14

Días en Madrid (y2)

Nos quedamos en el Hay Festival de Segovia, sobre el que Anna Maria Iglesia, a la que me encontré allí, ha escrito una completa crónica. Mis acompañantes y yo, sin embargo, no asistimos a ningún acto más. Y mientras Vargas Llosa, Le Clézio y otros escritores sin el Nobel estaban en sus cubículos impartiendo sus charlas, nosotros nos dedicamos a disfrutar de la ciudad. Un "¡nada cultural!" redivivo, que se interrumpió con la visita a la Casa-Museo de Antonio Machado. Emocionante.

Pero quería seguir hablando de periodismo, para enlazar con la mesa redonda de Arcadi Espada y Alfonso Armada. Durantes mis días en Madrid he estado de comida y copas con bastantes periodistas, unos de redacción, otros freelance, de medios de papel y medios digitales. Hay una preocupación generalizada por la falta de dinero y la precariedad. Y unanimidad sobre un asunto: jamás ha habido mayor presión sobre el periodismo por parte de un gobierno como con este del PP. ("Ni con el PSOE", insistían, en conversaciones distintas, columnistas de derechas). Los nombres que salían: el del presidente Mariano Rajoy, el de la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría y el de la secretaria de Estado de Comunicación Carmen Martínez de Castro. "Hoy, para conseguir una columna en papel tienes que arrastrarte ante Martínez de Castro", dijo un columnista digital que le dijo un columnista de papel (¡fuentes bien informadas!). "¡Es que no hay dinero!", sentenció otro, como explicación de los males de la prensa.

Esto no me pilla de nuevas, naturalmente. Y en Andalucía pasa lo mismo con las presiones del PSOE, me lo cuentan mis amigos periodistas andaluces y me sé la historia de Félix Bayón con la Junta. En estas luchas lo novedoso es el debilitamiento de una de las partes. Y lo novedoso ahora es la tremendo debilitamiento de la prensa. La ventaja, no monetarizable, es que ha vuelto el sarcasmo a las conversaciones. Los encuentros han sido todos pródigos en carcajadas. (La Orquesta del Titanic emite, de momento, risas).

Lo que no deja de sorprenderme es el impulso antidemocrático que se le manifiesta al que pilla un poquitín de poder. El lobo de Hobbes está al acecho, y la conclusión es que no hay que esperar nada de los poderosos (y poderositos), sino reforzar los controles sobre ellos, que tengan antagonistas y contrapesos. Yo pensaba que una mayoría absoluta del PP sería buena, para desmontar el zapaterismo. Pero no hay nada que hacer. La premisa aquí es que toda tropa es impresentable. Y que lo que va en la masa de la sangre de hunos y de hotros no es la democracia. Otro ejemplo de estas jornadas: la presentadora de televisión que llama al director de un periódico para que "tome medidas" contra el periodista que ha escrito contra ella... El nivel es bajo: todo el que tiene un telefonito, lo usa. (Hay selfies de la propia imagen social que se esculpen a machetazos).

En esos días dimitió Gallardón, murió Boyer y declaró en el juzgado Esperanza Aguirre. Gallardón presentó la semana siguiente la nueva novela de Juan Manuel de Prada, del que me habían contado que una vez llamó a una emisora de radio para protestar por que no habían dado la noticia de que le habían otorgado el Garbanzo de Plata... (Noticia que yo sí hubiera dado, sin lugar a dudas). A propósito de Boyer, yo me acordé mucho de los de Podemos: porque Boyer fue una especie de podemista en su día, y cabe pensar que algunos podemistas acabarán pareciéndose a Boyer. Una evolución que será tan positiva como regocijante.

Un amigo profesor de instituto de la Comunidad de Madrid, por cierto, me contó una escena reveladora. El día de la dimisión de Gallardón, una profesora del PSOE y otra de Podemos aparecieron en el mismo pasillo, cada una por una punta. La del PSOE, al ver a la otra, levantó los brazos haciendo uves con los dedos y le gritó alegre: "¡Hemos ganado, hemos ganado!". La de Podemos ni se inmutó. Ni esbozó media sonrisa, dejando a la otra colgada de sus intentos de confraternización. "Ellos están en otra cosa –dijo mi amigo–. Los del PSOE todavía se piensan que aquí hay un bacalao que repartir, pero en lo único que piensan los de Podemos es en despreciarlos y en cortarles la cabeza".

Me hablaron también de interioridades de una gran empresa multinacional, de un partido político y de un gran club de fútbol. El esquema siempre es el mismo: maniobras, traiciones, enchufismo y compras; intento de callar las voces críticas, y recompensa para el que calla o aplaude. Escribo esto y de pronto me veo como Paco Martínez Soria sorprendido con la capital. No es nada nuevo, ya lo sé: la lucha por la vida de toda la vida. Pero llama la atención conocer los detalles: ponerles caras, saber los procedimientos exactos. Uno de los atractivos de Madrid es esa sensación de que se da un extra de realidad. Acongoja un poco, pero también electrifica, y revitaliza.

Y es esa energía la que me gusta traerme a Málaga. Es bonita también su estela, ya en los días malagueños: el mar con vibración de Gran Vía; las terrazas con crepitación de Malasaña; las ganas de hacer cosas, atravesando el futuro inminente de indolencia.

[Publicado en Zoom News]

7.10.14

Días en Madrid (1)

He pasado casi dos semanas en Madrid, viendo a mucha gente, contra mi costumbre, y tomándole otra vez el pulso a la ciudad en la que me gustaría vivir si pudiera permitírmelo. Ya lo hice en tres periodos (1985-1987, 1993-1994 y 1999-2005; más unos meses de 2007) y volver a ella es volver también a mi vida.

El grito de guerra en mis viajes suele ser "¡Nada cultural!", porque prefiero callejear antes que meterme en catedrales y exposiciones: no la vida embalsamada sino la que corretea. Pero esta vez me he terminado metiendo mis buenas dosis de cultura; quizá porque en Madrid a los dos días ya me he instalado en un cierto ritmo cotidiano. Los días que estoy la habito, al cabo, como si viviera aquí siempre. Con un pelín más de intensidad, eso sí.

He ido dos veces al cine, a los Ideal, para ver El hombre más buscado (la despedida de Philip Seymour Hoffman: una de las más bellas y desoladas de la historia del cine) y El niño (con la sala llena pese a ser cine español: el espectador solo busca no dormirse, y que no le prediquen). El último día estrenaron Torrente 5, del genio de los negocios Santiago Segura; pero a esa hora yo tenía teatro: la obra montada con textos de Thomas Bernhard Con la claridad aumenta el frío, que es un pastelito para los bernhardianos y un estímulo para los que quieran serlo (seguirá en el teatro de la Abadía hasta el 19 de octubre).

He ido a tres exposiciones, mientras pasaba de largo ante la de El Greco-Picasso, que venía a ser el Torrente de la pintura. En el museo Lázaro Galdiano asistí a la inauguración de Enrique Marty, evento patrocinado por los productos de Castilla y León, que pusieron un contrapunto de charcutería de la buena a los cuadros y esculturas. Una mañana de diario, tras darme un agradable paseo por el Retiro, vi la espléndida exposición del afroamericano, como se dice ahora, Kerry James Marshall en el palacio de Velázquez. Y luego la de Richard Hamilton en el Reina Sofía, que está muy bien y sobre todo contiene un documental sobre su relación con Marcel Duchamp y su reproducción del Gran Vidrio.

Estuve en dos presentaciones de libros: la de Lo que a nadie le importa, de Sergio del Molino, que hizo el cantautor Víctor Manuel (¡cierra la muralla!) en la librería Tipos Infames; y la de El compromiso del creador, de Félix Ovejero, que hizo Andrés Trapiello en La Central del Reina Sofía. A mi lado se sentó la M. de los diarios de este último, que resultó ser la persona que hace la pregunta larga de todas las conferencias. Tuvo su gracia este acto, porque en el AVE a Madrid me había estado leyendo precisamente el volumen de homenaje a Trapiello Vidario, cuyos dos mejores textos son el de Ovejero y el de ella (Miriam Moreno). Me leí además durante mi estancia el dietario Escaramuzas, de Antonio Martínez Sarrión, "el mejor poeta de Albacete", según su examigo José María Álvarez (que es de Cartagena): de un ideologicismo ramplón pero de deliciosa lectura. Y la última novela de Javier Marías, Así empieza lo malo, que se puso a la venta cuando llegué a Madrid y que a los mariístas acérrimos nos ha parecido sobrante.

A caballo entre las actividades culturales y lo que quiero contar el próximo día, estuvo la mesa redonda del Hay Festival de Segovia, con Arcadi Espada, Alfonso Armada y el excorresponsal en España (creo que entendí ex) del Frankfurter Allgemeine, Paul Ingendaay. Este empezó alertando de que su periódico estaba retirando a sus corresponsales de bastantes sitios, y la conversación siguió por el tema de la doble crisis del periodismo: la debida a la crisis económica general, y la debida a la crisis de formato por la irrupción de internet. Mientras filosofaban agradablemente, con mi asentimiento, caí en la cuenta de que he trabajado tanto para Espada (en Factual) como para Armada (en Frontera D), y que de ninguno de ellos recibí un céntimo por mi trabajo. Si bien es cierto que el segundo nunca lo prometió.

(Continuará)

[Publicado en Zoom News]

2.10.14

La oportunidad perdida

A Joan Manuel Serrat, con lo que era Serrat, con lo que se le quería, lo abuchearon en Málaga cuando cantó una canción en catalán. Debía de ser 1983 o 1984, en el teatro Alameda. Yo estaba allí. Y abucheé a los abucheadores. No fue un gesto mío solitario. Formaba parte de la mayoría. La inmensa mayoría del público abucheó a los abucheadores, que eran muy pocos. Tales eran las pedagogías de la Transición.

Durante años me he acordado de aquel abucheo al catalán, con vergüenza por mis conciudadanos malagueños. Hasta que un día caí en que lo revelador de aquella velada no fue el abucheo de los palurdos que, como escribió Antonio Machado, "desprecian cuanto ignoran". Lo revelador fue el abucheo que recibieron ellos. La defensa activa, que la mayoría hizo de Serrat y su canción.

Recuerdo también a una compañera del instituto, hija de un guardia civil, que decía con naturalidad Euskadi. Y al profesor de tercero de BUP leyéndonos un poema en gallego de Rosalía de Castro. Y un concierto en euskera de Mikel Laboa en el Johnny de Madrid, en 1985 o 1986, en que todo fueron aplausos. De nuevo en Málaga, en la universidad, otro profesor nos leía poemas de Joan Margarit, Pere Rovira o Gabriel Ferrater... Yo mismo me aficioné a las ediciones bilingües de poetas catalanes, en especial las de Visor, con sus libros negros: Gimferrer, Joan Brossa, J. V. Foix, del que adoraba el título Sol, i de dol (Solo, y dolido).

Los nacionalistas no se dan cuenta de la oportunidad que han perdido. Durante aquellos mismos años estaban fomentando el ceporrismo en sus zonas. Mientras la España monolingüe se abría (arrastrando a la mencionada minoría recalcitrante), ellos cerraban sus lenguas, las imponían en la medida de su poder, las convertían en chiringuitos. La lástima es que el franquismo fue una gran vacuna antinacionalista solo en las regiones que no contaban con un nacionalismo de repuesto. Donde este existió, ha terminado pareciéndose al franquista, porque el nacionalismo es lo que es.

También en los años ochenta estaban todo el tiempo en la televisión y de gira por España las compañías catalanas de teatro. Por Málaga pasaban con frecuencia Els Comediants, Els Joglars, La Fura dels Baus, Dagoll Dagom... Ahora uno de esta última compañía, el individuo Joan Lluís Bozzo, ha evacuado en Twitter, a propósito de la suspensión cautelar del referéndum secesionista por parte del Tribunal Constitucional: "La decisió del TC recorda les codemnes a mort del franquisme: ja venien signades abans que es reunis el tribunal". Esto era un país que se estaba civilizando pero que contenía brutos que lo embrutecían.

[Publicado en Zoom News]

30.9.14

Grasa de sandalia

El clímax de la firma de Artur Mas del decreto de convocatoria de su referéndum ha sido en verdad un anticlímax. La esperábamos, pero sobre su obscenidad se impuso el absurdo, esos vacíos de lo real cuando se pone bobo. A mí me pilló camino de Segovia, donde intervenía Arcadi Espada en uno de los actos del Hay Festival. Al saludarlo vi que tenía una arañita trepándole por el hombro, quizá camino de sus greñas, y pensé en la simbología de las épocas pasadas. Pero me limité a quitársela con la mano, sin interpretación.

Las fotos de la firma las vi luego en el iPhone, mientras intervenía Espada, hablando no de Cataluña sino de periodismo. Me pareció vulgar, la firma. Y sentí pereza: una pereza sólida, como la que se tiene ante las necedades. Ni siquiera enfado ya, ni por supuesto escándalo: pereza. Como cuando uno va por la calle y aparecen los tunos. Solo que Mas y sus cómplices ni siquiera son unos tunos saltarines, sino sacerdotales, pomposos. Ponerse trascendentes con el "Clavelitos".

Estupor, quizá. Pereza y estupor. A lo que no me acostumbro es al contraste entre los trajes de funcionarios o ejecutivos y el golpismo de fondo. Todos esos señores hechos un pincel para cargarse un país democrático. El traje sí casa con la corrupción, y de hecho viene a ser su uniforme. Pero vestirse de institucional para transgredir lo institucional es algo que chirría.

En este sentido, solo había un elemento coherente allí: las sandalias de David Fernández, que parecen diseñadas para pisotear constituciones. Esa especie de tricornio de Tejero para el pie se alzó contra Rodrigo Rato, pero no contra Jordi Pujol en su comparecencia del día anterior a la firma. El carácter justiciero de las sandalias CUP viene regulado por el semáforo del nacionalismo, que le pone intermitencias a la lucha de clases.

Si no estuviéramos tan habituados al despropósito de estos últimos años, en que los enchaquetados ejercen de bandoleros, percibiríamos con nitidez que esas sandalias son el centro intelectual de la foto, el eje sobre el que pivota. Son la batuta de esta charanga regresiva. Y es en su grasa en la que se está cocinando este tostón.

[Publicado en Zoom News]

25.9.14

Rajoy como nasciturus

Se puede afirmar que Rajoy es nuestro gran nasciturus: el que finalmente va a nacer, con cosas como la de Gallardón. Gustazos del poder, venganzas en su punto exacto de frialdad, cadáveres políticos de quienes nunca fueron nada más que morituri... Desde la serie Yo, Claudio no habíamos visto un maquiavelismo (a la romana) de este calibre. Si se trata de maquiavelismo, que es la interpretación por la que yo me decanto.

El bucle de la nueva ley del aborto, finalmente no nacida, ha sido tan absurdo que me cuesta creer que fuera una chapuza sin más. No es que en nuestra política escaseen las chapuzas, pero esta vez me parecía demasiado. Salvo como estricta maniobra de distracción, no tenía ningún sentido revolver un asunto que cuenta con un amplísimo consenso social, tal y como está de desconsensuado el país. Las encuestas que al parecer han asustado a Arriola (susto extraño en un sociólogo) se olían en la calle: las narices comunes eran aquí demoscópicas.

Mi novela es que todo lo tenía pensado Rajoy, desde el momento en que nombró a Gallardón ministro. Quiso tenerlo en el gobierno, para que no diese guerra fuera. Y dentro del gobierno acabar con él. Lentamente, un despellejamiento minucioso; o una reducción a cenizas, hasta soplarlas. Solo hacía falta que el propio Gallardón, como no podía ser de otra manera, se enredase. Ahora se va, y ya tampoco es nada para los únicos para los que era algo: los progres que le daban bola sin pensar darle nunca votos.

Yo, que observo la política con cierta dosis de literatura, estaba sorprendido por un fenómeno que se producía con este presidente del gobierno; o mejor dicho, por un fenómeno que no se producía con él: el poder no le había aportado aura. Suárez, González, Aznar y Zapatero experimentaron un cambio físico: se les notaba la investidura. A Rajoy no. Pero su presidencia rocosa, resistente, ha ido segregando con trabajo un halo, que sigue siendo gris pero al que ya se respeta. O se teme. Porque de esa especie de bruma salen a veces golpes letales, como el que ha recibido ahora Gallardón. "Aviso para navegantes", se lee tras cada uno de ellos. Y los barcos tienden cada vez más a quedarse quietecitos.

Está naciendo un hombre de poder donde menos se esperaba: en el presidente Rajoy. Y ahora se va a China.

[Publicado en Zoom News]

23.9.14

La izquierda zen

A mí me hace mucha gracia la pareja Pablo Iglesias-Tania Sánchez, qué quieren que les diga. No por machismo, sino porque soy una maruja (bueno, creo que decir "maruja" ya es machista). Me hacen mucha gracia las parejitas en general, y las parejitas políticas en particular. Yo tenía una amiga de Convergència que, cuando me anunció que iba a casarse con otro de Convergència, tuvo que resignarse a mi chistecito: "Es que si los de Convergencia no convergéis, apaga y vámonos". También Podemos (Iglesias) e IU (Sánchez) deben converger por la fuerza del amor. Aunque me consta que en IU (quitando a Sánchez y a algún otro) odian a Podemos. Un odio mercantil dentro de la izquierda: "Estos se están llevando a nuestros clientes".

Volviendo a Iglesias-Sánchez (¡lo siento!), no sé exactamente quién le enseñó calma a quién. Yo conocí primero la calma de Iglesias, y luego he visto la calma de Sánchez, y las he identificado como dos calmas de la misma familia. En los otros dos líderes de Podemos, Monedero y Errejón, también se da, componiendo entre todos una gran comuna de la calma. Se me ocurren dos explicaciones: o la ideología selecciona personalidades calmadas, o se ponen la calma para ir a las tertulias como quien se pone corbata. (En Sánchez el símil nos daría una corbata andrógina, lo que ahora mismo no sé si es machista o feminista).

Lo cierto es que destacan. Están logrando transmitir que "la casta" es gritar, que la crisis la han traído unos epilépticos, y que ellos se mantienen fuera de un modo notablemente televisivo. Su exhibición zen está convenciendo a muchos de que ellos lo resolverán todo como unos samuráis. Lo paradójico está en que ese público que los admira, y que les hace tener tirón de audiencia, es el que se echa al fango de las tertulias; algo que ya venía haciendo desde antes de que la izquierda zen apareciera. Al cabo, esta entra en el juego con una novedad que es solo de apariencia, no sustancial. Los tertulianos de Podemos (más Tania Sánchez) aportan modales novedosos, pero tras esos modales se encuentra el pétreo tertuliano televisivo de la actualidad: con sus tópicos, su empecinamiento, su maniqueísmo, sus golpes de efecto y sus simplicaciones. La sabiduría está en otra parte.

[Publicado en Zoom News]

19.9.14

Jot Down 8



Ya me ha llegado el número 8 de Jot Down, en papel, que lleva en venta desde principios de septiembre. Se puede adquirir en algunas librerías (en Málaga, por ejemplo, está en Luces) y por la web.

18.9.14

Sacar los tanques

El nacionalismo es hoy en día un pancismo, más que nada, o un escapismo: un aparatoso montaje sobre un fondo de confort. Pero por dentro están sus turbiedades románticas, que reclaman tragedia: algo grande, sublime, una sacudida histórica que recordar. Algo con lo que luego se pueda erigir estatuas, pintar cuadros, escribir novelas, filmar superproducciones, hacer videojuegos, surtir las tiendas de disfraces... Las conmemoraciones de nuestros nacionalistas están llenas de trajes de época, y se intenta, en vano, que los del presente sean también "de época" en el futuro: que el trajecito de Artur Mas quede como algo más que como vestimenta de funcionario.

Pero las independencias que se consigan, la de Cataluña, la del País Vasco, serán mediocres y sin batalla. Muertos ha habido ya un montón, pero no en guerras sino en crímenes; y adjudicables en su inmensa mayoría a la causa que va de victimista, la que anhela movida. En cierta izquierda hay también una ansiedad de épica, una pretensión que sobrepasa con mucho la realidad. Recuerdo que cuando los Mossos d'Esquadra desalojaban la plaza de Cataluña de Barcelona, uno de los indignados gritaba (en catalán): "¡Nos están matando a todos!". La carga fue dura, brutal incluso, pero quedaba muy por debajo de la película que se había montado el manifestante. Un individuo que, por cierto, no tendría ya derecho a decir nada si le tocara un Tlatelolco: ha arruinado la frase para cualquier matanza de verdad.

Y aquí está el truco, me parece: se gastan frases exageradas a sabiendas de que no va a haber una circunstancia real que las requiera. En los países de la Europa democrática, aburridos hasta en sus crisis, hay mucho margen para la proyección, para la fantasía. Lo último viene siendo, por volver al nacionalismo, lo de "sacar los tanques". Es muy interesante, porque son los nacionalistas los que se los guisan y se los comen. No ha sido nadie del Gobierno, sino un nacionalista del PNV, Aitor Esteban, el último que lo ha dicho. Pero ya se oyen réplicas por ahí como si lo hubiera dicho el Gobierno. Se trata de un circuito cerrado de ventriloquismo en que los nacionalistas (con buena parte de la oposición, y de la prensa) increpan a su propio muñeco.

Pero no habrá tanques. Habrá, si la hay, una independencia funcionarial, y los monumentos tendrán que erigirse en honor de un expediente. La única épica será la del desgarrón administrativo. Y el tedio, genuina patria de Europa, no tardará en reconquistar los territorios independizados (en un contexto, si acaso, de mayor pobreza). En El bucle melancólico, Jon Juaristi se imaginaba a un hipotético País Vasco independiente como un parque temático que sería "una combinación del franquismo tardío con el Principado de Andorra". Y Albert Boadella, en una conferencia de hace dos años, descartaba sin más la hipótesis truculenta de "los tanques" y se limitaba a hablar de la lata y el coñazo (a partir del 1:17:57). Nuestra tragedia, esta sí de verdad, es que no tiene sentido sacar tanques ahora, ni serviría de nada. Pero sí tendríamos que haber sacado antes el Estado.

Por lo demás, la última vez que alguien sacó los tanques en España fue el golpista Miláns del Bosch. Para acabar con la misma Constitución con la que quieren acabar los nacionalistas. Estos, como no me canso de repetir (con regodeo mórbido), son lo más parecido que tenemos hoy a los franquistas: los equivalentes multitudinarios a los pocos del aguilucho. Y son ellos, los nacionalistas, los que pueden terminar dándole la razón al "atado y bien atado" en este país de todos los demonios.

[Publicado en Zoom News]

16.9.14

Xenofobia sofis

Tengo un amigo que es un buenazo pero al que le gusta exhibir un discurso malote. Entre sus numeritos está el de afirmar que él, para ser completamente feliz, necesita que haya algún perjudicado. "Mi sueño de felicidad –añade para ilustrarlo– es que me toque la lotería, y entonces ir a un puticlub lleno de clientes y gritar: '¡Champán y putas para todos!'. Y en medio del entusiasmo desatado por mi invitación, señalar a uno al azar y decirle: '¡Menos para ti!'". Sin ese perjudicado, según mi amigo, la felicidad no sería completa.

Me he acordado de la historia en esta última Diada (y pido excusas a las nobles putas por meterlas en una columna que habla de nacionalistas), al ver la generosidad con que el independentismo acoge en sus manifestaciones todo tipo de nacionalidades (¡champán y putas para todas!)... menos una: la española, que hace aquí de perjudicada que completa la felicidad.

En los últimos años hemos tenido a veces noticia de folletos o carteles de Cataluña que venían en numerosos idiomas, acompañando al catalán, excepto en castellano. Nunca he visto, en mis viajes a Barcelona, que este último tuviera ningún problema en la calle; el problema está en la presión que ejercen los nacionalistas para que esa convivencia espontánea desaparezca: empezando por su eliminación o su disminución de todo cuanto depende de ellos. Así tales folletos o carteles.

La xenofobia del nacionalismo catalán es, pues, una xenofobia un tanto sofisticada, puesto que no manifiesta odio hacia ningún extranjero... que no sea español. Es una xenofobia especializada, por decirlo así. Y para acentuar su rasgo, se abre lo que puede a todas las demás nacionalidades: se trata, en último extremo, de que quede bien clarito cuál es la despreciada. Esa y no otra. Y cuanto mayor el número de las otras, más cercada y delimitada esa.

Sobre esto quise ironizar cuando, al leer un tuit con una retahíla supuestamente cosmopolita, contesté: "Miren, miren: afrocatalanes, latinocatalanes, asiáticocatalanes... todos menos hispanocatalanes". Mi tuit es inequívoco. Sin embargo, un nacionalista se retrató al acusarlo de "xenofòbia". Le pareció xenófoba la simple enumeración: lo que delata la xenofobia real de estos falsos cosmopolitas cuyo único empeño al acoger todo tipo de nacionalidades es solo, como digo, subrayar el acoso a la que falta.

Por lo demás, es un cosmopolitismo falso también por otro motivo: solo acogen a los miembros de esas otras nacionalidades que les apoyan en su nacionalismo; cosa que hacen igualmente, por cierto, con los exóticos andaluces que bailan sus sevillanas por la independencia, o los que iban con la camiseta de la Roja metidos en la V. El pasaporte lo da comulgar con ellos.

Pero la xenofobia del nacionalismo catalán es todavía más refinada, por cuanto que ese único extranjero al que odia, el español, en realidad no es extranjero: es un compatriota al que el nacionalismo considera extranjero, odia como extranjero y pretende convertir de facto en extranjero, por medio de la secesión. Todo el aparato, pues, del falso cosmopolitismo catalanista no es más que un inmenso engranaje cuyo único propósito es convertir en extranjeros a unos individuos determinados. Utilizar el cosmopolitismo para fabricar extranjeros. No me digan que no es sofis.

[Publicado en Zoom News]

9.9.14

La perspectiva del votante

Cómo se han estropeado las cosas en un mes y medio. Cuando el 22 de julio publiqué la columna "Mecagoendiez", en que criticaba a UPyD a propósito del manifiesto Libres e iguales, recibí varias respuestas a favor y una en contra. Entre las que estaban a favor, una se extralimitaba y, queriendo ser más montanista que Montano, me sugería que le pusiese una tilde a la i final del título. Pero esa, naturalmente, no era la cuestión (ni era mi intención).

Más dolorosa fue la respuesta en contra, de un amigo decepcionado que me hizo llegar las quejas de un militante de UPyD muy metido en el partido. Criticaba mi crítica de ese día, y lamentaba que cuando UPyD había hecho cosas buenas yo no lo hubiera dicho: que sacase solo lo malo. También me decía que había advertido en mí "un cierto ensañamiento" con el diputado Carlos Martínez Gorriarán. Pensé en su día publicar mi respuesta a ese mail, pero otros asuntos se fueron atravesando y lo dejé pasar. Creo que ahora es útil ponerla (aunque alargue esta columna), porque se ve cuál es mi perspectiva general sobre estos asuntos; y cuál era mi posición sobre este en concreto:
Hola, querido X, gracias por tu comentario!

No se me escapan esos matices o críticas, que a mí también se me instalan de algún modo después de mandar mis artículos de tono contundente.

Sobre el tema en sí solo puedo decir dos cosas. La primera, que yo escribo siempre por mi cuenta y sin consideraciones estratégicas, del estilo "con esto le hacemos el juego al enemigo" o incluso esa que dices de "caer en la trampa". Sé que con cada artículo se puede hacer un uso en una u otra dirección, pero intento que eso no me afecte a la hora de escribir. (Siempre se cuela una cierta autoconciencia de todo esto, claro está, pero intento que no me domine).

La segunda es que mi punto de vista con UPyD es el del votante, no el del partido. Sé que de puertas para adentro habrá miles de consideraciones sobre los distintos asuntos, y habrá una jerarquía sobre la importancia de las distintas cuestiones, y una estrategia, etc., etc. Pero yo solo lo valoro desde el punto de vista del votante. Yo, como votante de UPyD, y todos los amigos que tengo que también son votantes de UPyD, llevan tiempo sin entender algunas cosas de UPyD. La no alianza con Ciudadanos, por ejemplo. O conductas raras como esta del manifiesto ahora. Insisto: no dudo de que en el partido tengan razones para una cosa y otra. Pero esas razones no son las de los votantes.

En cuanto a Gorriarán, ahí acepto especialmente todas las matizaciones que hagan falta. En su día él me pidió que colaborara con la web de Basta Ya y le envié artículos en exclusiva para que los publicara. Luego, cuando se fundó UPyD, me pidió que entrara. Yo, conociéndome, le dije que no, que sería "compañero de viaje", pero por mi cuenta. No soy hombre de partido, ni me veo como tal.

Lo de ser "compañero de viaje" es lo que he venido haciendo por lo general con mis artículos. No por propósito mío, sino por confluencia. Aunque no haya citado las iniciativas concretas de UPyD (cosa que también me daba un poco de pudor), el resultado de mis artículos venía a ser que los partidos a los que votar eran UPyD y Ciudadanos.

También tengo el prurito, justamente por esto, de mirarlos con lupa especialmente. Mi mayor repugnancia en el mundo de nuestra política es el partidismo y el sectarismo. Por eso me obligo a ser especialmente duro con los partidos con los que, en principio, más simpatizo. Esta es mi lógica.

Volviendo a Gorriarán, hace tiempo que viene siendo muy brutote en Twitter. Sé que es cosa de su carácter. Y sé que, justamente por ser así, pudo aguantar los peligros, las amenazas y la presión de los terroristas/nacionalistas en el País Vasco. No deja de resultarme simpático, y en el fondo mi burrada era también un homenaje a sus burradas. Pero, en último extremo, tal como va, creo que le hace más beneficio la crítica que el aplauso. Como a UPyD en general. Esta es mi opinión.

Un abrazo,
J. A.
Pero la cosa se estropeó definitivamente pocas semanas después, con el artículo del eurodiputado Sosa Wagner en favor de un pacto con Ciudadanos y sus consecuencias (sobre lo que he escrito dos columnas más: "Lío en la segunda división (política)" y "Little Big Horn"). La crisis, que ha tenido lugar en la prensa y en Twitter, ha culminado en el consejo político extraordinario de UPyD del pasado sábado. El día anterior escribía Eduardo San Martín en Zoom News: "sospecho que, a juzgar por los preliminares, esa reunión tiene por objeto, no abrir un debate, sino abortarlo". Y me temo que así ha sido. Es cierto que al final de la jornada se aprobaron las condiciones para un posible pacto electoral con Ciudadanos, lo que entreabre de algún modo la puerta; pero parece más bien una maniobra para salir del paso, dadas las pocas posibilidades reales que existen para que se avance a partir de ahí.

Más significativo fue el desarrollo mismo del consejo, que pareció más bien (según me fue llegando desde dentro) un proceso inquisitorial contra Sosa Wagner. Este mismo se quejó ayer por la mañana en la caderna Ser: "Hicieron de mí una carnicería durante seis horas". Y en un contexto casi unánime de oficialistas, en el que algún crítico ya se daba por satisfecho solo por que se hubiesen oído varias voces discrepantes (de entre ciento cincuenta).

Todo fue, sin duda, reglamentario, y se desarrolló según la lógica del partido. Pero solo sirvió para que este se hiciese un apaño a sí mismo. Desde mi perspectiva de votante no entiendo nada. Y, desde luego, no me ha hecho modificar mi intención de no volver a votar a UPyD mientras su cúpula siga siendo la misma. Tanto Gorriarán en Twitter como la propia Rosa Díez en Onda Cero, ayer, hablan de conspiraciones y de "los rivales y enemigos de UPyD" (m. 9:40). Llamativos enemigos estos que los han estado votando hasta hace nada. A ver si, de un modo poco regeneracionista, están considerando "enemigos de UPyD" a los que de momento solo hemos empezado a ser "enemigos" de sus cargos.

[Publicado en Zoom News]

6.9.14

Eduardo Jordá sobre mi padre

Hoy Eduardo Jordá ha escrito un artículo precioso sobre mi padre, al que no conoció: "Miguel". Ha aparecido en los diarios del Grupo Joly, que en Málaga es el Málaga Hoy, que compraba mi padre, sobre todo los sábados. Lo he enlazado como posdata en la entrada del otro día del blog, donde está la foto que Jordá menciona. La presente entrada la pongo solo como aviso; más adelante la borraré y el artículo se quedará enlazado en la otra, que es su lugar. Gracias, Eduardo.

4.9.14

Las P-P del PP

Estos tiempos deshilachados de la poscrisis que todavía es crisis y de la semirrecuperación nos hacen añorar por momentos los del zapaterismo: con Zapatero nos pudríamos mejor. Durante sus gobiernos el país se hundía, pero conservábamos un tono mental en el fondo estimulante: había enfados nítidos y brotaban como agua de manantial las argumentaciones en contra. Sé que se trata de las trampas de la melancolía; del bucle melancólico del que hablaron Freud y Jon Juaristi. Pero ahora, cuando la economía no es tan mala, hay una grisura en la atmósfera que induce a la pereza. Las argumentaciones contra el gobierno tropiezan con las argumentaciones contra la oposición, y las aguas están entre estancadas y turbias.

Creo que hasta Rajoy estaba mejor con Zapatero. En la presidencia se le ve desubicado, y su aparición en el plasma creo que respondía ante todo a su anhelo de enmarcarse. Ni siquiera se le aprecia ese cosquilleo de la erótica del poder que sí exhiben Soraya o Montoro. Lo mínimo que se le puede pedir a un político es que se lo pase bien mandando. Y que sus comparecencias sean como el cigarrillo que se fuma después de. En las de Rajoy da la impresión de que no terminó de salir bien la cosa. El deshilachamiento de estos tiempos parece que surge de Moncloa para afuera. España es un gatillazo generalizado. Y ni siquiera nos vale la justificación esteticista de Gambardella, el protagonista de La gran belleza, después de haber tenido uno: "Es muy triste ser bueno. Te arriesgas a volverte hábil".

Pero a este PP confuso y divagatorio, con piernas como almohadones, se le han presentado dos patas sólidas, en las que apoyarse de verdad y a partir de las cuáles erguirse, y definirse. Ambas empiezan por P: Podemos y Pujol. Sobre este último, está por ver si Rajoy mantendrá la veda levantada por Montoro, que anteayer nos recreó maravillosamente Jorge Bustos; pero es raro que no lo haga, porque es de lo poquito de lo que dispone. Lo otro, como digo, es Podemos. El miedo a Podemos como único argumento poderoso para votar al PP. Podemos como comecocos de la izquierda, que se está convirtiendo en una especie de frente popular imperialista, que crece no por unión sino por deglución de los otros. Y enfrente el PP, más que Partido Popular, partido anti-frente popular.

Rajoy no ha dejado de zarandear (a veces, por medio del simple aburrimiento) a sus votantes prestados. El votante útil estaba ya decidido a no volver a votar su propia inutilización. Pero quizá termine haciéndolo. El PP, sin ofrecerle nada, se aprovechará del chantaje. Y los tiempos se seguirán deshilachando.

[Publicado en Zoom News]

31.8.14

Muy a gusto

Hoy mi querido Manuel Jabois me dedica un párrafo muy bonito en su diario Unplugged de El Mundo. El envanecimiento es inevitable en estos casos... aunque lo reconfortante es cómo uno percibe, desde su vanidad, que lo que más agradece es el gesto a secas, el cariño.
Hace cinco años Mario Circe decía esto que escribió, en El Mundo, Berta González de Vega: «Montano. Luego decís de mí, de mi escasa ambición y productividad, pero, ¿y él? Podría estar entre los mejores articulistas y, auguro, novelistas, pero huye de las relaciones profesionales provechosas y lo sigue haciendo todo por amor al arte, nunca mejor dicho, desde el piso familiar de barriada. No se vende. A nadie». Este verano celebramos tertulia en Combarro Rafa Latorre y Jorge Bustos, y Latorre, devoto como yo, destacó de José Antonio Montano su faceta de generador de decepciones; un tipo que atrae a sus lectores y, cuando éstos se confían, los deja en la estacada de una forma ruidosa, a veces de tal forma que impide la reconciliación del lector con su autor. Yo siempre he pensado que tiene una verdadera conciencia artística. Y que al contrario de lo que ha ocurrido con muchos de los de entonces, y va para 10 años, no se ha dejado amedrentar siquiera un poco por su personaje. Quizás porque siempre lo ha antepuesto a su persona, blindando la última a salvo de gente de escasa inteligencia. Es un escritor en continuo roce, pura tangencialidad, algo que sólo se consigue desde una consideración artística del pensamiento. Cuando en el segundo párrafo piensas que sigue escribiendo desde el desfiladero, ya está enfrentándose otra vez, cara a cara, al vacío.
Lo celebro con un disco estupendo de João Donato que he descubierto hace poco: Muito à vontade (1962). El título, que es también el del primer tema (que yo conocía por la versión de Ivan Lins en el Songbook de João Donato), significa "Muy a gusto".

29.8.14

Miguel, el de Catalina

Ayer se publicó en el diario Sur la necrológica de mi padre que ha escrito mi hermana Lina. Justo hoy es el cumpleaños de mi otro hermano, Miguel Ángel, su tercer y último hijo. Mi padre nació en Almogía (Málaga) el 25 de junio de 1933 y murió en Málaga el 9 de agosto de 2014. Hace veinte días. La copio:
Querido papá. Definitivamente, se te apagó la voz. Ha sido un año muy duro para ti y para los que te queremos. A ti, que siempre has sido una persona alegre, con gran sentido del humor y con ganas de conversar con todo el mundo, hemos tenido que verte triste y sin poder expresarte. Eso ha sido muy doloroso.

Nos queda la satisfacción de haber visto cuánta gente ha lamentado tu pérdida y las palabras tan sentidas que te han dedicado. Tu familia, la familia de mamá, tus amigos, vecinos, paisanos, en fin, todos los que te conocían e, inevitablemente, te querían.

Siempre has presumido de tu pueblo, Almogía, y te has sentido orgulloso de tus orígenes. Has sido un hombre luchador, trabajador, servicial y, sobre todo, bueno. Solo te quedó una frustración, la de no haber podido realizar estudios superiores. Capacidad intelectual te sobraba, desde luego; solo te faltaron los medios económicos. Por eso te esforzaste tanto para que tus hijos pudiéramos alcanzar nuestro sueño.

Durante años te reproché que me pusieras de nombre Catalina. Con el tiempo entendí que me tenía que llamar como abuela, no podía ser de otra manera. Y tus hermanas. No creo exagerar si digo que te adoraban, y esa adoración se la transmitieron a sus hijos, tus sobrinos. Gracias a todos por quererte tanto. Cuando estuviste hospitalizado el año pasado, uno de ellos, al despedirse te dijo "¡No te pongas viejo, tito!" Y esa expresión, cargada de simbología, a tus ochenta años, me llegó al alma.

Hace unas semanas mamá y tú hicisteis cuarenta y nueve años de casados. Yo te pregunté si volverías a casarte con ella. Tú asentiste con la cabeza y sonreíste. Pensé que estarías recordando a aquella bellísima jovencita de largas trenzas de la que te enamoraste nada más verla. No te preocupes por ella, la cuidaremos, aunque será difícil superar su nivel de entrega y dedicación.

La última década de tu vida la has consagrado por entero a tus nietos. Tu cartera repleta de fotos suyas se quedó en la mesita de noche. Ahora nos peleamos por sentarnos un rato en tu sillón. El trono del abuelo, lo llamamos. Ya no podréis pasear juntos cogidos de la mano, pero te llevarán siempre en sus corazones.

¡Ay, papá, qué triste se me hace imaginar el resto de mi vida sin ti! He llorado mucho en estos meses pero, como dijo el poeta, tengo en mi tristeza una alegría… ¡Sé que aún me quedan lágrimas!

Allá donde estés, ¡no te pongas viejo, papá! Te queremos.


* * *
(6.9.14) "Miguel", por Eduardo Jordá. Gracias, Eduardo.

28.8.14

Polvo acumulado

En la política española pasan muchas cosas, y muchas otras dejan de pasar. Estas últimas son casi lo peor que pasa. Ha dejado de pasar, por ejemplo, que la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, retirara su coche del parking del Consistorio, donde estuvo estacionado durante veintitrés años. Al fin lo ha hecho, tras la denuncia de Compromís, que ha ejercido de policía municipal con la munícipe mayor. Entre lo más feo de las ciudades están esos coches abandonados en la calzada, de conductores que se fueron a por tabaco y no volvieron. Son como mascotas olvidadas que no se pueden mover del sitio. En el interior del Ayuntamiento de Valencia había uno, y durante veintitrés años la alcaldesa ni siquiera mandó llamar a García-Page para que le pasara la aspiradora.

Yo soy muy sensible al polvo a estas alturas estivales. Desde hace años me paso los veranos enteros con el ventilador encendido y “suscitando fresca brisa”, como en un poema de Cernuda. Antes de conectarlo en junio, lo limpio. Y para finales de agosto ya hay polvo adherido a las aspas y las rejillas; un polvo paradójico, puesto que se aposenta donde nace el viento, que por lo general limpia el polvo. Cuando guardo el ventilador en septiembre, le echo una última ojeada a esa pelusa del verano que pasó. Cada mota se habría posado en un momento concreto, señalando el segundo de un reloj (de polvo) indescifrable.

Sobre el polvo acumulado hay un gag buenísimo en La vida privada de Sherlock Holmes, de Billy Wilder. Holmes le regaña a la señora Hudson, la casera, por haber limpiado el polvo de su escritorio: “El polvo es una parte esencial de mi sistema de clasificación. Su espesor me permite fijar la fecha de cualquier documento”. “Pero parte del polvo era así de espeso”, replica ella, indicando el tamaño con dos dedos. Holmes los observa, pensativo: “Eso pertenecía a marzo de 1883”. (A partir del 7:20)

El coche de Barberá era así un almanaque de estos veintitrés años de Valencia y de España. Desde 1991 hasta 2014 le llovió mucho polvo encima, y cada acontecimiento bueno y malo tendría en alguna mota su representación, como en los anillos de los troncos de las secuoyas. El verano pasado leí Todo lo que era sólido, de Antonio Muñoz Molina. Y ahora entiendo que era polvo también.

[Publicado en Zoom News]

21.8.14

Lío en la segunda división (política)

La política parece sentir envidia del fútbol una vez más, si es que hay diferencia entre la política y el fútbol, y, viendo que hay lío en la segunda división futbolística, ha decidido que lo haya también en la segunda división política. Aunque el lío en la segunda división futbolística es en realidad un eco de la política: esta política española que, en cuanto se ve con fuerzas, le echa pulsos a la Justicia y, acogiéndose a triquiñuelas secundarias, deja de cumplir lo principal. En este caso, con coherencia: ya que estamos en segunda.

En segunda división de nuestra política parecen estar, y querer quedarse, UPyD y Ciudadanos, “con sus inconvenientes de ser dos”, como decía Gil de Biedma en un poema amoroso. Ciudadanos parece que está por la unión, pero no UPyD. Aunque sí, dentro de UPyD, sus figuras más relevantes, como su fundador Savater y su eurodiputado Sosa Wagner, que es quien ha revolucionado ahora el gallinero con el misil en forma de artículo que lanzó ayer en El Mundo (con la aprobación de Savater).

Las reacciones dentro del partido han sido deprimentes: junto a los exabruptos habituales de Martínez Gorriarán y a otro tremendo de la propia Rosa Díez, ha predominado un cierto seguidismo que huele a servil, cuando no directamente el silencio de los upeyderos. Entre las críticas a Sosa Wagner, la más articulada me ha parecido esta carta abierta de un militante (con reservas pertinentes acerca de Ciudadanos). O ya, con más calma, la de Rosa Díez en la radio ayer. Una calma, por lo demás, inquietante: no parece ser consciente de la situación en que se encuentra UPyD. El mejor resumen de la situación quizá sea este tuit de Tsevan Rabtan: “El partido de Rosa Díez. Así fue desde el principio. Y así será hasta el final”.

A mí el artículo de Sosa Wagner me parece impecable. Salvo, en efecto, por la manera abrupta y como a traición para con su propio partido de soltarlo. Y rechina también que Sosa Wagner no hubiese manifestado antes esa postura. Pero todo esto puede adjudicarse al juego de la política, que es más fea que el Fary chupando limón. Yo prefiero pensar en el votante, que es al que le llega el efecto de todos estos movimientos y maniobras. Y me preocupa que un partido como UPyD no piense en él lo suficiente. Esas diferencias, por lo visto insalvables, entre UPyD y Ciudadanos el votante no las percibe. De hecho, todos aquellos a los que conozco que están en esa órbita, en la que estoy yo mismo, tienen que verse en cada nueva elección ante el dilema de a cuál de los dos votar. Lamentando no haber podido votar al otro. Y sabiendo que esa división debilita.

El hecho de que UPyD rechace la unión (bajo la fórmula que sea: coalición, alianza, cualquiera que les haga concurrir juntos a las elecciones) hace sospechar de que se trata más por cuestiones de partido que de ideas; al menos de las ideas principales: las que hacen que un votante perciba a UPyD y Ciudadanos como partidos a los que podría votar igualmente. La cuestión, con la brutalidad con que lo veo desde fuera, es que, o los dos partidos se alían, o uno de ellos debe desaparecer; porque, si no lo hacen, desaparecerán los dos, o quedarán condenados, como decía el editorial de El Mundo, a la irrelevancia. Yo no sé cuántos dejarán de votar a UPyD después del nuevo espectáculo de ahora (tan de segunda). Sé que, entre los que yo conozco, lo van a dejar de votar todos: el 100%. Y me incluyo. Salvo rectificación.

[Publicado en Zoom News]

19.8.14

La corrupción transparente

Está la corrupción de los robos y los mangoneos, que tiene lugar en la sombra, accesible solo a los testigos directos (además de a sus protagonistas) y si acaso, luego, a los investigadores (judiciales, policiales o periodísticos) con acceso a las fuentes, a las pruebas. Pero a los que somos únicamente espectadores no se nos quita la sombra nunca. Nos cuesta trabajo imaginar esas acciones escondidas, y en ningún momento dejan de tener su peso la proclamación de la inocencia por parte de los acusados. Incluso cuando ya han sido condenados en firme –y por tanto ya podemos llamarles ladrones o lo que sea (cosa que hacemos con gusto)– nos queda un resquicio fantasmal.

Pero hay otra “corrupción” (y lo pongo entre comillas porque quizá no lo sea en sentido estricto, o lo es en un nivel distinto al de la otra) que se produce a la vista de todos. Una corrupción inmediata, transparente, incuestionable, de la que los espectadores alejados somos también testigos directos. Se da a la luz, ante las cámaras y los micrófonos, con la conciencia limpia (o limitada) por parte de su protagonista, que se delata con inocencia. En su favor juegan, a modo de protección, nuestros dos grandes males políticos: el sectarismo y la inmadurez democrática. Pero basta desprenderse de ellos para contemplarla con escándalo: el escándalo que suscita toda corrupción.

En los tiempos atolondrados en los que, por ejemplo, me costaba creer que el Gobierno estuviese detrás de los GAL, me escandalicé cuando escuché a Felipe González defender a Damborenea después de que este hubiese confesado. No sé si González era la famosa X, pero aquellas declaraciones me parecieron lo suficientemente graves. Por mi parte, no necesité más. Lo mismo ocurrió cuando, como se ha recordado ahora, Jordi Pujol se envolvió en la bandera catalana en 1984. O cada vez que los nacionalistas catalanes o vascos acusan de anticatalanes o antivascos a quienes solo están criticando a los nacionalistas catalanes o vascos. En estos casos, se produce una apropiación corrupta. Con sucios efectos civiles, por lo demás.

Esto es último es algo que se ha contagiado a todo el espectro político: era (y sigue siendo) un tic habitual en la Valencia y el Madrid del PP, o en la Andalucía del PSOE. Aquí la última manifestación ha sido la del expresidente de la Junta, Manuel Chaves, en una entrevista en la Cadena Ser de hace unos días. Se anda con tiento a la hora de acusar abiertamente a la jueza Alaya, por haberlo imputado en el caso de los ERE fraudulentos, pero dice (m.14): “Todo este caso ha tenido connotaciones políticas, interferencias políticas, ha sido una especie de proceso político o judicial, en el que se ha tratado por casi todos los medios es de destrozar la imagen de un partido que levantó y que modernizó Andalucía durante treinta o treinta y tantos años”. Y en esas frases, más allá de lo que haya hecho o no haya hecho el expresidente Chaves, hay corrupción.

[Publicado en Zoom News]